Resumen
En la consulta nos hemos encontrado con pacientes que parecían ser refractarios a la técnica en cuanto a analizar resistencias, Edipo, castración, envidia del pene, etc. y nos obligó a revisar si es que no estábamos desconociendo algún elemento. Como resultado de una búsqueda metapsicológica, surgió la posibilidad de que la clave estuviera en las censuras intuidas y descartadas por Sigmund Freud, algo ubicado “entre” las principales estructuras intrapsíquicas. Analizamos y sugerimos que la presencia y accionar de una de las mismas podría ser causa de ciertos conflictos observados desde la integración social, pero que al reconocerla e incorporarla como parte del aparato psíquico y cambiar el rumbo del tratamiento, generó el alivio de ciertas tensiones en los pacientes, así como que las resistencias originales cedieran.
Introducción
El motivo por el cual surge la necesidad de evaluar la posibilidad de esta nueva instancia intrapsíquica
que estoy presentando radica en que, a mi entender, el modelo conductista por el cual los hábitos y las
conductas incorporadas mediante condicionantes operantes no explican ni resuelven las tendencias naturales
una vez que las intervenciones externas se interrumpen, aunado al hecho de que en algunos pacientes se
observa un ingreso a un impasse o a un estado refractario sin que medie una visible resistencia defensiva a
las pocas sesiones de iniciado el tratamiento.
Esto se pudo verificar en la modificación de los
comportamientos aprendidos durante la reciente pandemia por la Covid-19, en la que los niños tuvieron que
dejar de asistir a clases presenciales y se deshicieron de los modos imbuidos por el accionar de la
educación, mediante la repetición, el temor al castigo y el reforzamiento positivo basado, principalmente,
en aceptación social.
En parte, esta propuesta tiene una primera observadora, que fue Melanie Klein, al
verificar que el equivalente Superyóico freudiano estaba presente en infantes de menos edad que la prevista
y propuesta por Sigmund Freud.
El Superyó internalizado define a la consciencia moral desde los
parámetros culturales, siendo utilizado para evaluar por bien o por mal la respuesta de cada ser humano a
las exigencias de su entorno. En otras palabras, se lo puede comprender como el depositario de las
expectativas del comportamiento aceptable y el ejecutor de las medidas de contención para cumplir con las
pautas éticas.
Surge aquí una confusión debido a que la ética es incorporada mediante aprendizaje, es
decir que se alimenta de lo consciente, en tanto que la moral sería sintónica con un sistema inconsciente,
preconsciente y consciente, según la primera tópica freudiana, o con el Ello, el Yo y el Superyó de la
segunda tópica, en equilibrio con las oportunidades y las exigencias internas y externas que someten a la
persona. Un ejemplo para aclarar lo expresado:
“Una persona ética sabe que no debe pretender a la pareja de otra; en tanto que a una persona moral ni siquiera se le ocurre esa posibilidad.”
Si nos permitimos pensar fuera de las conveniencias del entorno y nos
enfocamos en las posibilidades propias de cada ser humano, surge la necesidad de que exista algún mecanismo
de autocontención que sea independiente del proceso educativo y que tienda a la supervivencia primitiva del
ser humano. De hecho, la organización tribal (y cultural) es posterior al individuo y surgió como una
respuesta a la necesidad de sobrevivir.
Definición
NOMOS:
Censura
intrapsíquica que sustenta a una moral esencial e innata, inscrita en el inconsciente por impronta genética,
que es previa a toda educación y regula o compensa los vasallajes del Yo.
El valor que tiene rescatar esta censura y proponerla como una nueva instancia intrapsíquica, nombrándola
Nomos, es el de explicar algunas inconsistencias del modelo freudiano cuando sugiere que la aparición
definitiva del Superyó acaece hacia los 6 o 7 años con el primer sepultamiento del complejo de Edipo, al
confrontarlo con las observaciones de Melanie Klein, al haber ella detectado, en niños mucho menores,
comportamientos y actitudes que bien podrían considerarse superyóicas.
El mismo Sigmund Freud dejó
entrever estas inconsistencias, manifestadas en algunos pasajes de su Introducción al Narcisismo mientras
analizaba las aportaciones hechas por Alfred Adler, como por ejemplo al hablar del complejo de castración (o
protesta masculina según Adler) dice que “... por grande que sea la fuerza con que aflora en ciertos hombres
entre las resistencias a la curación de la neurosis”, lo cual complementa con “... casos de neurosis en los
cuales... el complejo de castración... no desempeña papel patógeno alguno o ni siquiera aparece”. Entonces,
¿es sí o es no? ¿Aparece, es parte de la resistencia o no desempeña papel patógeno alguno?
Freud ahonda
un poco más en situaciones que escapan a su modelo y, en el mismo trabajo sobre el narcisismo, agrega que
“Tenemos sabido que mociones pulsionales libidinosas sucumben al destino de la represión patógena cuando
entran en conflicto con las representaciones culturales y éticas del individuo. Nunca entendimos esta
condición en el sentido de que la persona tuviera un conocimiento meramente intelectual de la existencia de
esas representaciones; supusimos siempre que las acepta como normativas, se somete a las exigencias que de
ellas derivan.”
Al respecto, en algunos pacientes, parece confirmarse que no hay aceptación a las
normativas ni a las exigencias derivadas de las mismas, aunque no sea evidente una conflictiva edípica no
resuelta.
Finalmente, Freud aporta un párrafo con dos oraciones que dejan entrever que probablemente sí
haya observado las inconsistencias, sin que quede claro, al menos para este autor, qué lo motivó a ignorar
la importancia de sus suposiciones a no ser por una posible tendencia en sus elucubraciones tendientes a
presentar sus trabajos sobre “Introducción del narcisismo”.
La primera parte de ese párrafo expresa que
“No nos asombraría que nos estuviera deparado hallar una instancia psíquica particular cuyo cometido fuese
velar por el aseguramiento de la satisfacción narcisista proveniente del ideal del yo, y con ese propósito
observase de manera continua al yo actual midiéndolo con el ideal.”; poniendo de manifiesto que el modelo
que estaba proponiendo en su segunda tópica era susceptible de ser completado con nuevas instancias
intrapsíquicas y continuando con “Si una instancia así existe, es imposible que su descubrimiento nos tome
por sorpresa; podemos limitarnos a discernir sus rasgos y nos es lícito decir que lo que llamamos nuestra
conciencia moral satisface esa caracterización.”
Si bien lo había supuesto, derivó el alcance de sus
descubrimientos hacia el sostenimiento de su teoría sobre el Superyó y la importancia del medio en la
conformación del Ideal del Yo; sin embargo, esta instancia parece existir desde antes de la intervención de
los padres en la educación y estaría funcionando como una censura cuyo fin sería limitar o filtrar el
accionar del exterior sobre la tendencia natural del individuo a alcanzar su ser.
En años recientes, en
estudios controlados, se observó una respuesta reprobatoria en algunos bebés que presenciaban algo que se
podría evaluar o interpretar como desagradable o inadecuado; moviendo su cabeza de un lado al otro, como si
estuvieran queriendo liberarse o intervenir o, incluso, sugerir un desconocido “no” para ellos. Sin embargo,
el énfasis lo fijo en el hecho de que no fueron todos, dado que otros bebés no demostraban dicha incomodidad
ni daban señal alguna de que estuvieran registrando lo que sucedía. Resulta obvio que estas respuestas no
son consecuencia del proceso educativo, ni un acto por imitación soportado en neuronas espejo, ya que el
modelado de la persona por acción del proceso educativo no había tenido oportunidad de iniciarse a tan corta
edad.
El Nomos, aquí propuesto, y el que pudiera ser considerado como un Superyó prematuro kleiniano, son
también diferentes.
El Superyó prematuro kleiniano, ese “algo” que muerde, devora y corta como devolución
a las propias tendencias del niño a destruir su objeto libidinal y a su posterior introyección, asume un
paso hacia la consciencia de la culpa y el castigo. En palabras de Melanie Klein, el sentimiento de culpa es
el producto de la formación del Superyó y, por lo mismo, tiene un límite en el punto en que inician las
manifestaciones de lo edípico.
El Nomos es previo y escapa a la categorización de pregenital o genital,
ya que acompaña al individuo toda su vida actuando, independientemente de su fortaleza para confrontar o
asimilar las exigencias del entorno, desde una moral básica: actuar según qué se debe y no se debe hacer,
desde la persona, para asegurar su existencia.
Como conciencia moral, que podría llamarse esencial,
arcaica, primitiva, innata y destinada a garantizar la supervivencia del individuo y/o del grupo, el Nomos
no responde al concepto socialmente definido de moral debido a que este último implica buenas costumbres,
hábitos y comportamiento que no existen a edad tan temprana y tampoco forman parte de la conciencia del
individuo, aunque sí la modula desde el inconsciente.
Es un concepto vinculado a la noción natural de lo
que pudiera evaluarse como bueno o no tan bueno y podría comprenderse, probablemente, un poco mejor si se
presta atención a la reacción de los bebés al intentar generar en ellos una sonrisa presentándoles una cara
con gesto grotesco, que podría causarle gracia a algún adulto, pero que es causa de estupor, asombro y
rápida respuesta de llanto por miedo. En este caso, suele observarse un “no” con la cabeza, la búsqueda de
alguien que contenga (no un pedido de ayuda) desde una posición de Otro reconocido como protector y hasta
movimientos de brazos y manos queriendo quitar del frente a eso que “no gusta”.
La otra vía de
pensamiento cuestionada en su validez es la referida a la existencia de una culpa primitiva por el ataque al
pecho insatisfactorio, sustentada en la secuencia lógica acerca de que si hay culpa existe Superyó o que se
observan indicadores del desarrollo del mismo. La conceptualización de una culpa implica la consciencia de
que existe alguien más, ajeno a uno mismo, al que se ha dañado o se teme dañar, acompañada por una necesidad
y voluntad de reparar lo hecho cuando se está en la posición depresiva kleiniana, además de funciones
cognitivas y motoras desarrolladas. Esa consciencia de un otro distinto de uno mismo parece estar presente
en algunos bebés antes que en otros y es rudimentaria, así como la capacidad para discernir entre el bien y
el mal según los estándares y exigencias existentes en su exterior.
Una madre nos compartió la
experiencia que tuvo con sus bebés, mellizos, de menos de tres meses en una situación en la que uno de ellos
se había atragantado con su reflujo aspirado y la madre no estaba presente, pero sí lo estaba el otro bebé,
quien comenzó a llorar a gritos “llamando” a la mamá. Gracias a esta intevención, pudo llegar a tiempo de
incorporar a su hijo y salvarlo. El bebé que lloraba se calmó cuando vio a su madre acudir al cuidado de su
hermano.
El ejemplo anterior es a lo efectos de rescatar el sentido de lo que se debe en términos de la
vida, no de las exigencias externas o del cumplimiento de “lo debido”. Del mismo modo, sucede con la culpa
vista como producto del Superyó, la cual podrá ser rotulada como tal, pero queda en duda si es un
sentimiento o una consciencia de culpa.
En pocas palabras, cuando el Nomos sea fuerte, como presento
dentro de unos párrafos, se estará en presencia de una persona, sea bebé, niño o adulto, que tendrá
características empáticas naturales y, por lo mismo, su ser reaccionará a las vivencias del otro con emoción
que luego será traducida en sentimiento al poder elaborar y asociarle significado; siendo esto una
característica visible en algunos bebés en su etapa oral temprana, es decir previa a la etapa oral-sádica o,
lo que es equivalente, antes de la primera dentición.
En cambio, los bebés que comiencen a reaccionar
ante lo exterior en la fase oral-sádica y en la anal-sádica van incorporando la noción de premio y castigo.
La empatía no es natural sino aprendida como parte de su evaluación de las consecuencias que acontecen en el
entorno y con ellos ante su accionar. Aclarando este punto, manipulan y miden las respuestas.
A lo que es
el trabajo de Melanie Klein, la consideración de la existencia del Nomos determina, también, que existe un
sentimiento de culpa, innato para algunas personas, y una consciencia de culpa por temor a las consecuencias
de los actos y ligada al Superyó primitivo kleiniano y luego al freudiano; equivale a decir que, al menos,
existen dos versiones de lo que se considera moral.
El Nomos se asemeja más a una cinta con doble cara
adhesiva, en la que una cuida al ser y la otra evalúa las normas externas para significarlas e
incorporarlas, según mejor convenga a la existencia de la persona.
Metapsicología
A nivel teórico, siguiendo las indicaciones freudianas para la metapsicología, se deben verificar tres
puntos de vista: dinámica, tópica y económica.
● Tópica
Se ubica en el inconsciente, como contraparte natural del Ello.
● Dinámica
Inicialmente, recibe la energía del Ello y regula su liberación para exigir una respuesta del medio; siendo
este su objetivo principal, así como el innato y primitivo sentido de lo que se debe hacer: sostener la
vida.
Con el tiempo, el Nomos, dependiendo de la fuerza que tenga para enfrentar al medio, comienza a
funcionar como un facilitador; como si supiera qué debe hacerse y redireccionando energía del Ello hacia la
confianza y motivación necesarias para lograr lo que se quiere.
En este sentido, el deber inicial de
sostener la vida encuentra respuesta en un cuerpo con más habilidades que las del bebé y cambia la
manipulación inicial del medio por empuje inconsciente que se traducirá en automotivación consciente. Cuando
el Nomos es fuerte, aunque el entorno diga que no, la persona hará lo necesario para lograrlo; sin embargo,
a nivel de impulso sexual, el Nomos fuerte contrarresta el costo de la represión superyóica porque su
función no es la de restringir o reprimir la acción del Ello, sino mantenerlo con niveles tolerables de
sobrecarga para que la energía se canalice hacia el aseguramiento del cumplimiento del deseo.
Desde esta
perspectiva, el Nomos como contraparte del Ello, tendría la función de garantizar la forma más eficaz de
canalizar y utilizar la energía vital del Ello; siendo una instancia al mismo tiempo reguladora de dicha
energía y portadora de funciones protectoras y propiciadoras de significación desde lo vital acerca de lo
que tanto el bebé como luego el individuo, en sus distintas etapas de su vida, irán deseando, queriendo y/o
repitiendo o evitando.
● Económica
El análisis de esta perspectiva se puede realizar tanto a nivel de los niños como de los adultos y es
observable si podemos apartarnos de los juicios tendientes a justificar acciones dentro de un marco de
exigencias.
En otras palabras, apartar la tendencia a catalogar lo diferente como una resistencia o
trastorno que impide el logro de un objetivo superior.
Así, el aspecto económico del Nomos reside en
hacer lo que se debe para garantizar la subjetiva noción de equilibrio en función de una homeostasis con las
exigencias del medio; pudiendo estar ese “deber hacer” en concordancia con lo exigido y esperado o en una
discordancia que tendría otras dos variantes posibles que serían, la primera, que la persona desarrolle una
alta autonomía e independencia, exigiéndose más que lo que el medio requiere o demanda, en tanto que la
segunda sería que la persona fuese extremadamente dependiente y obediente, casi al punto de no reconocérsele
juicio y/o iniciativa y/o criterio propios.
Importancia en la caracterología
Pensando en un Superyó internalizado hacia los 6 a 7 años, confrontado con el Nomos, innato y esencial,
estaríamos en presencia de las siguientes combinaciones y sus consiguientes manifestaciones, para ser
revisadas sin juicios o diagnósticos previos:
● Nomos > Superyó, comprendiéndolo como
un Nomos más fuerte que las exigencias del Superyó y resistente a los embates de sus pretendidas
imposiciones.
En cierta medida, las consideraciones respecto del Complejo de Edipo y la castración no
aplican como un factor importante en personas con estas características; a pesar de lo cual, se las suele
interpretar desde la perspectiva de aquellos que tienen resistencia a la autoridad vinculada con una
conflictiva edípica.
Provee una estructura autorreguladora innata que los vuelve autónomos, poseedores
de creatividad e iniciativa para buscar alternativas y lograr sus objetivos, haciendo que les sea más
sencillo transitar su vida sin grandes sobresaltos por la manifestación de sus impulsos.
Curiosamente,
se los trata de esquizóides y/o narcisistas, evaluando su realidad desde la aparente y rechazada negación de
lo social, sin embargo, es el modo en el que sólo hacen lo que deben hacer para garantizar su continuidad
vital.
Se podría decir que les resulta natural y más sencillo ser que parecer.
●
Nomos = Superyó, representa a un Nomos maleable y adaptable a las exigencias del Superyó
Logra el
equilibrio con el medio cumpliendo las pautas establecidas mediante una negociación en la que,
aparentemente, la represión no le significa un esfuerzo o pérdida. No obstante, el Nomos se diluye o se
confunde con el Superyó y se intuye un reemplazo del defensor y guía original del Yo (el Nomos) por el
Superyó y sus intereses.
Las personas con esta realidad y este patrón cumplirán con lo que se debe,
según las exigencias éticas y morales externas, a costa de lo que quieren; quedando comprendido en el
clásico freudiano “donde Ello hay, Superyó devendrá”.
● Nomos < Superyó, es el caso de
un Nomos lábil, con escasa fortaleza para intentar una oposición a las exigencias del Superyó, al cual
termina introyectando sin mayor resistencia y ubicándolo en el sitio del guía y protector del Yo.
A
las personas con estas características innatas, les resulta más sencillo dejarse llevar por las
indicaciones de una autoridad externa y obedecer que intentar alguna iniciativa que pudiera llegar a
contradecir las exigencias del entorno.
Con estas tres manifestaciones de la forma de interacción
entre el Nomos y el Superyó, queda claro que, para todas las personas, las tensiones y la cantidad de
trabajo exigido por el proceso psíquico no son las mismas y tampoco lo son los mecanismos de defensa a
los que tienden o necesitarían, inconscientemente, recurrir, debido a que la suma de las excitaciones
acumuladas, ante la realidad y por procesos de elaboración de sus cargas psíquicas, representa energías
de distinto signo, aunque el evento sea el mismo o similar.
Conclusión
A los fines de este trabajo, con lo expresado hasta aquí y considerando lo manifestado por Freud al
escribir que “Según tenemos averiguado, la formación del ideal aumenta las exigencias del yo y es el más
fuerte favorecedor de la represión. La sublimación constituye aquella vía de escape que permite cumplir esa
exigencia sin dar lugar a la represión.”, resulta evidente que la recién mencionada sublimación parece no
ser un verdadero acto de redireccionamiento de energía sino el resultado del accionar de un Nomos poseedor
de una fuerza natural y esencial mayor que las que están presentes en las exigencias morales y conductuales
del entorno.
Identificar entre sublimación o acción directa del Nomos, según sea su fortaleza, reviste
especial importancia ya que si no se interpreta la existencia de una represión y tampoco se puede hallar un
asimiento a un ideal del Yo que justificaría la existencia de la sublimación, debe revisarse la perspectiva
actual para evaluar y tratar a los pacientes considerados refractarios.
No se trata, simplemente, de
catalogar al individuo desde su posible grado de dificultad para insertarse en la sociedad; resulta evidente
que esta perspectiva sólo exige desde la sociedad y no reconoce la lucha por hacerse de una porción de
territorio vital.
Para no quedar en la superficie, recordamos que la existencia de un Nomos como
instancia intrapsíquica, que escapa al cumplimiento de las exigencias del entorno porque su moral se centra
en lograr lo vitalmente correcto según sea la visión esencial del individuo, demanda apartarse de la
posición evaluadora desde las expectativas y exigencias de comportamientos sociales y adoptar una
perspectiva desde el plano del paciente y su capacidad natural tanto para interactuar con la realidad como
para obtener significados vitales para sí y para la sociedad.
Cuando el Nomos resulta ser, como censura,
una instancia intrapsíquica con igual o menor fuerza que la que tiene el Superyó, la sociedad cuenta con
ciudadanos que tienen sus problemas pero que no afectan a su funcionamiento dentro de la misma. En cambio,
cuando el Nomos tiene mayor fuerza que el Superyó, podría decirse que erróneamente, se rotula a la persona
como narcisista, con conflictos ante la autoridad e incluso con un trastorno omnipotente de la personalidad;
pudiendo ser todo esto nada más que un acto defensivo de la sociedad ante aquellas personas que, conocedoras
de sus capacidades naturales, se arrogan el privilegio (sí, ley privada) de decidir qué le quieren dar a la
sociedad para construir un territorio en el que dejar las huellas de su camino.
Estas personas, las de un
Nomos más fuerte que el Superyó, suelen ser autoexigentes y se autodirigen en su vida sin que esto
signifique o represente la amenaza de que quiebren la ley o el orden establecido; simplemente, están fuera
de la dialéctica del amo y el esclavo; quedando, por lo mismo, fuera del sistema general, el cual actúa
exponiéndolos mediante juicios ejemplificadores para que otros no se atrevan.
Referencias
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Amorrortu.
Klein, M. (1994). Principios psicológicos del análisis infantil. En Obras Completas de Melanie
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Obras Completas de Melanie Klein (Vol. 1, pp. 193–204). Paidós.
Santoro, A. P., & Behn-Eschenburg
Schollenberger, C. C. (2020). OntoPsiquis - Más Allá Del Eneagrama y el Psicoanálisis (Vol. 1). THINSCEN -
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