La pandemia ha detenido la inercia de vida, obligando a revisar lo que se conoce y se hace en el
consultorio frente a un paciente, debido al cambio en el significado de la normalidad; cambio que también
alcanza y afecta a los terapeutas.
Si la normalidad puede ser comprendida como aquel comportamiento
habitual que es mayoritariamente aceptado, resulta obvio que la normalidad ha desaparecido y que los
trastornos que antes eran considerados desvíos de un eje normal hoy se vuelven relativos.
Como ejemplo de
esto, los niños rotulados de algún modo como “introvertidos” han sido los que mejor se han adaptado a la
nueva realidad, inclusive incrementando su productividad académica y desarrollo cognitivo por poder
dedicarse a lo que los motiva sin tener que hacerse cargo de amenazas externas que pudieran llegar a tener
más peso que el virus mismo, como compañeros y maestros que hacen bullying (sí, algunos docentes también son
bullies pero el sistema los cobija tras la imagen de autoridad con derechos que es resistida por niños con
problemas).
Y aquí aparece un nuevo sector socio-cultural, que me permito denominar como aquel en el que
están “Los chicos de la pandemia”; sector que aglutina a chicos y chicas de varias edades, que van desde la
primera infancia hasta los 17 a 20 años.
Los chicos de la pandemia han visto alterado el proceso de
institucionalización que la cultura de una sociedad delega, en su función, a los docentes y al proceso
educativo.
¿Cómo se puede analizar una resistencia a la autoridad considerando una conflictiva edípica no
resuelta cuando esa “autoridad” no existe o no genera identificaciones suficientes como para generar
significados y estructuras?
La pérdida de rutina y hábitos se puede manejar con nuevas tareas que
refuercen la carencia; pero ¿cómo se revierte la condición adquirida por el esfuerzo de supervivencia ante
un enemigo invisible que pone al descubierto que la autoridad de la autoridad es sólo nominal?
Los chicos
de la pandemia dejaron de creer en los mayores, porque han podido percibir el miedo de ellos y la escasa o
nula creatividad para generar soluciones o medidas preventivas efectivas, destruyendo o debilitando al
extremo de la extinción a la gerontocracia denunciada por el Dr. Arnaldo Rascovsky; ilustrando sobre el
particular, el Dr. Rascovsky hacía referencia a que la introyección del Superyó social por vía de la
repetición de la prohibición del incesto para que fuese incorporado como propio buscaba limitar o inhibir la
toma de consciencia en los menores de su natural poder para oponerse a la decadencia de sus padres.
Si
nos fuéramos al efecto continente sobre el contenido de su ser, encontraríamos que el “no” ha perdido
sentido, al igual que el sí de la libertad. La pérdida de la normalidad ha alterado el proceso de significar
la realidad, cuestionando la estructura circundante en todos sus niveles. La responsabilidad, exigida a
ambos padres, de tener un holding efectivo, se enfrenta con que la ausencia de datos ciertos le abrió las
puertas a la incertidumbre y la desesperanza.
Seguimos sosteniendo lo relativo que se ha vuelto todo,
siendo por el momento éste el único absoluto en pie.
Los padres y madres que han tenido que salir a
trabajar forzados por la situación, han hecho lo que antes también hacían, sólo que sus hijos no estuvieron
en la escuela y quedaron expuestos al conflicto que causa su presencia en la vida de los adultos. Eso vuelve
relativo el desamparo original y obliga a un replanteo de la forma de interpretar el relato del paciente
para ponerlo en contexto de una realidad que excede al eje teórico para analizar cada situación; como la
derogación del contrato narcisista cuando un padre o una madre se quiebra al no poder cumplir con su rol y
sus promesas a la sociedad.
Los chicos de la pandemia representan a un bloque sufriente que traslada, y
seguirá trasladando, mucho de lo vivido a lo que siga en cada sociedad; siendo, en algunos casos, personas
que deberán enfrentar la culpa de haber sobrevivido a un familiar que, probablemente, no era miembro de la
tercera ni de la cuarta edad.
Consciencia de la propia muerte contradiciendo al inconsciente tras la
introyección con culpa del hecho de poder sobrevivir a un ser querido.
Si el control es una ilusión que
muchos compran y muchos más pretenden vender, los intentos de los adultos por sostener el rumbo ante la
tempestad están llevando a ningún lado, tanto así que la posible brecha social que permita controlar masas
llegue a ser la de los vacunados en contra de los que no lo están.
Analizar un acto masturbatorio cuando
pleno acceso a la sociedad normal, debe analizarse diferente ante un encierro que muchos han aceptado para
conservar su vida. Del mismo modo, el acto sexual que conlleva temores preconceptivos, como los llamó el Dr.
Luis Féder, hoy enfrenta el nuevo bombardeo desde los medios propiciando una nueva normalidad en la que la
reproducción humana deja de ser un objetivo; llegar a tener familia puede ser considerado un acto inhumano
en contra de los que hoy viven con escasez de recursos o una muestra más del efecto de una cultura
patriarcal.
En este punto, el modelo que utilizamos como base de la técnica y que ha estado en las luchas
de poder entre las diferentes escuelas a partir de Freud, también exige revisión.
El concepto social
freudiano acerca de que donde Ello hay Superyó devendrá, también se vuelve relativo por cuestiones, en este
momento, cercanas a lo obvio. Desde marzo del año 2020, la humanidad viene funcionando en modo
supervivencia.
Lo interesante de esta situación radica en el hecho de que Rascovsky pudiera haber estado
más cercano a Melanie Klein de lo que podemos imaginar.
El Superyó primitivo kleiniano, ese que según
Freud no podía existir, sería parte de lo que Rascovsky intuía como aquello que debía ser limitado para
garantizar la continuidad del modelo jerárquico.
Quisiera proponer, en esta cartografía, algo con lo que
me encontrado en la consulta y que me llevó a revisar el modelo tradicional, volviendo relativo gran parte
de lo que conozco.
Al observar los resultados de estudios referidos al comportamiento de bebés, lo
descrito por Melanie Klein resulta insuficiente, ya que la reacciones de los mismos ante la realidad
circundante sugiere un contacto primitivo, arcaico, con el medio que, aunque no se pueda comprobar mediante
test proyectivos, juegos ni análisis de lo relatado, sugieren que estaría existiendo una consciencia
rudimentaria respecto de lo que debe o no debe ser.
En este punto, cabe hacer una salvedad.
No es el
deber según lo social, sino de acuerdo a la vida misma; en algo muy cercano a lo que pudiera ser una serie
de conductas y reacciones llevadas a la acción originadas en un impulso inconsciente de
supervivencia.
Esto conlleva la posibilidad de que desde el nacimiento existan diferentes capacidades y
niveles de significación.
Bebés que reaccionan frente al maltrato a otro, que se calman cuando esa acción
cesa u otra persona interviene, sugieren que hay una noción básica que va más allá de la reacción ante un
evento amenazante de la propia existencia.
Bebés defendiendo a otros, implica la posibilidad de generar
y manejar significados con independencia de una autoridad que permita, propicie, sugiera o impida el impulso
a actuar.
En un congreso reciente, presenté un modelo expandido de la psique, en el que intervendrían
otras instancias intrapsíquicas en los vasallajes del Yo; siendo una de ellas una representación de
significados rudimentarios de la realidad externa, que sería variable según la fuerza que tuviese otra
destinada a llevar a la acción aquello que garantizara de algún modo la supervivencia. A la primera de ellas
la llamé Exo, equivalente a una representación subjetiva de la realidad externa; en tanto que denominé Nomos
a la segunda, definiéndola como una censura intrapsíquica que sustenta a una moral esencial e innata,
inscrita en el inconsciente por impronta genética, que es previa a toda educación y regula o compensa los
vasallajes del Yo acompañando al Ello en su destino de anhelar y obtener vida.
Distintas personas logran
significar más la vida en función del Exo que según las exigencias de las otras instancias intrapsíquicas;
algo equivalente sucede con los que significan más el deber y la consciencia moral o superyóica en desmedro
del resto y lo mismo sucede con los que significan desde la empatía y el sentir.
Algo a tenerse en cuenta
en este modelo es la fuerza del Nomos respecto del Superyó.
Cuando el Nomos es más fuerte, si bien se
instaura el Superyó, la fuerza del deber estará siempre condicionada por una consciencia de deber al
servicio de la continuidad vital.
Cuando sea más débil la fuerza del Nomos, el Superyó no hallará
resistencia y, prácticamente, absorberá al Nomos hasta que no sea distinguible, llevando a la persona hacia
la obediencia siendo fácil de ser controlada.
Cuando el Nomos esté en equilibrio de fuerzas con el
Superyó, se diluye o confunde con éste. La persona logra el equilibrio con el medio cumpliendo las pautas
establecidas mediante una negociación en la que la represión no le significa un esfuerzo o pérdida. Cumplirá
lo que debe, según las exigencias éticas y morales externas, a costa de lo que quiera.
Estas instancias
simplifican el trabajo terapéutico al permitir llegar a la persona desde quien realmente es ella.
Lo
observado en la consulta es que la técnica psicoanalítica tiene resultados variables, sin que esas
diferencias puedan ser siempre atribuidas a resistencias, defensas o estados de impasse. Considero que es
más apropiado pensar en que la perspectiva utilizada para abordar la realidad relatada falla por no
considerar el grado de validez que tiene la visión del paciente.
La capacidad de significar la realidad
no resulta totalmente de la injerencia del exterior, aunque pueda ser influenciada por el mismo, dado que
hoy se conocen circuitos y estructuras cerebrales que se activan de forma diferente ante estímulos similares
en distintas personas. Negar o ignorar esta realidad científicamente comprobada en pos de sostener el
aspecto simbólico como un absoluto necesario de la técnica es equivalente a haber amputado un pie y
observarlo en tanto se espera que dé un paso por sí solo.
La pandemia ha marcado un aspecto que antes era
visto, analizado y comprendido de otro modo, referido a la capacidad de la persona misma para vivir con
independencia del medio.
Competir, ambicionar, lograr, temer, desear, seducir, sentir, expresar, y tantos
otros verbos que pueden atribuirse al individuo en acción en su afán de vivir y sostener la vida, muestran
su importancia relativa a las necesidades de cada ser; sin embargo, sigue existiendo aquel que sobrevive y
colabora para que el otro también pueda hacerlo, así como existe el que sostiene su vida consumiendo la del
otro sin que le importe su suerte. Eros y tánatos.
El aislamiento puso en evidencia que el ser social no
lo es por naturaleza sino para satisfacer su necesidad, por lo que un diagnóstico basado en la forma
característica de una persona para establecer vínculos sociales pasa a ser algo arriesgado por quedar el
terapeuta atrapado en una visión estandarizada del individuo que debería ser.
La pandemia debilitó la
fuerza de la cultura al punto en el que el ser humano está pudiendo surgir sin deuda social ni expectativa;
destacando, de este modo, que era la causa de su malestar, tal y como sentenciara Freud.
El sufrimiento
psíquico sigue existiendo, pero sobre un nuevo mapa en el que las costas y los mares, las montañas, valles,
planicies y quebradas aún no han sido, ni lejanamente, intuidos ni relevados.
Bibliografía
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Santoro, A. P., & Behn-Eschenburg Schollenberger, C. C. (2020). OntoPsiquis - Más
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Santoro, A.
P., & Behn-Eschenburg Schollenberger, C. C. (2021). OntoPsiquis - Más Allá Del Eneagrama y el Psicoanálisis
(Vol. 2). THINSCEN - The Inner Strengthening Center.
Resumen
En esta construcción de un mapa de la realidad que se está viviendo el resultado final siempre será
variable por ser dependiente de la perspectiva de aquellos que hacen el relevamiento al momento de describir
los contornos y accidentes o, a los fines de esta presentación, los avatares de época, en los que el punto
de vista individual determina, en parte, el grado de su sufrimiento psíquico; quedando esta colaboración
inconsciente con lo que le toca vivir, también supeditada a la evaluación que pueda hacer de la situación
que enfrenta.
La realidad ha cambiado su forma de mostrar sus exigencias, forzando al ser humano a
modificar sus significados y a los terapeutas a revisar el modelo utilizado y la técnica.
Ante la
pérdida de hábitos por cambios en las posibilidades y exigencias, la persona puede volver conscientemente
hacia sí misma, sin que sea causado por un mecanismo inconsciente de defensa, contactando con su sentido de
vida ante la oportunidad de poder ser dejando de cumplir un rol esperado; pudiendo revisar el significado de
las relaciones, las expectativas y el deber.